Allá por 1949,en los albores de la post guerra, engendrándose
ya la guerra fría, George Orwell escribía ‘’1984’’, en el cual narraba su
concepción de un mundo donde un sistema totalitario, presuntamente el
comunismo, gobernaba todo el globo. En 1984, Orwell cuenta la historia de
Wilbord Smith, en una sociedad controlada a ultranza por el gobierno, una
entidad intangible, representada por el gran hermano, ‘’El que todo lo vé’’. Una
sociedad controlada por todos los medios posibles al alcance del aparato
gubernamental. Incluso los pensamientos sufrían un control estricto. Cada
movimiento entonces estaba meticulosamente controlado, logrando asi atomizar al
mismo, alienarlo por completo. Esta era la visión que muchos juzgaron quizás
exagerada en su momento, el paroxismo de un detractor del comunismo.
63 años después, la
sociedad orwelliana toma su lugar lentamente en el mundo actual. Lejos del
comunismo, ha sido el capitalismo el encargado de tomar el control de controlar.
El poder difunde control, y el control hace lo propio. Control y poder como un
maridaje perfecto para la alienación.
EL UNICO MINISTERIO DEL CONTROL
El dinero ya ha sido asimilado como parte de nuestro genoma,
la etiqueta capitalista de control de calidad de cada unos de los usuarios de
este servicio globalizado. ¿Quien necesita felicidad cuando se tiene dinero? ¿Quién quiere tener su dinero en casa cuando puede
depositarlo en un banco? ¿No podría hacerlo otro? La pereza y la irresponsabilidad
vuelven a volvernos en contra como un boomerang constante que siempre nos pega
donde mas nos duele. Los grandes bancos entendieron la selección natural, y
claramente no parecemos estar áptos para este ambiente orwelliano. No, por lo
menos, hasta que veamos las cuerdas que nos atan a él. Uno solo no es
suficiente.
El pensamiento crítico se extinguió. Las
opiniones son ya ecos retumbando contra la pantalla del televisor durante la
transmisión del noticiero. Los medios de comunicación, los monopolios mundiales
de comunicación, hacen las veces de controladores,
ya no formadores, de opinión. Cuando un diario tiene la verdad, claro está, nos
tiene a todos nosotros y maneja nuestra realidad.
En las grandes urbes,
las cámaras de seguridad han dejado ya de ser una llaga en nuestra privacidad,
y se han convertido en una herramienta al servicio de la seguridad del
ciudadano.. Tambien son un clavo mas en la máquina del control orwelliano. Una
vez tolerada la dosis de vigilancia dentro de los edificios públicos, el
sistema bombardea al organismo social de un ejército de fisgones, toda la gran city
carcomida por ojos de cristales en las esquinas. Paulatinamente las sociedades
modernas han ido sacrificando su intimidad y su libertad en algún punto, por la
sensación psicológica de seguridad y resguardo. Se entregan con todo a la
vigilancia del estado en un intercambio desigual de derechos: libertad por
seguridad. El peor negocio de nuestras vidas, pero en este mercado social el
cliente siempre tiene la razón, y nos despiden con una sonrisa, porque uno solo
es suficiente.
La religión, aunque en franca decadencia, sigue siendo un
agente de control soberbio y efectivo, mas en tiempos en los que aseguran ‘’El
fin está cerca’’. En íntima comunión con los demás agentes y ministerios, la
Iglesia funciona como el controlador sentimental y filosófico de las almas mas
vulnerables. En este aspecto, mientras las religiones atacan a la autonomía
interna del ser, la iglesia como institución se encarga de ir al frente
externo, y encargarse de frenar, una vez mas, los avances de la ciencia y el
progreso de una sociedad naciente que nuevamente es aplastada por el pujante
sistema controlador que la carcome. El devenir gradual de la sociedad
orwelliana parece ser imparable.
Finalmente, ¿quien necesitaría controlar las mentes cuando
ya no hay mentes para controlar? La política se ha hecho eco de esto, y ha
movido sus palancas constantemente para inundar a la juventud de bloqueadores
tóxico. El poderoso intoxica al sometido, pero nunca olvida su barbijo. La
juventud fue siempre el eslabón mas difícil de controlar para el sistema.
El resultado del accionar de estos ministerios se traduce en
una alienación completa e inconsciente del sujeto orwelliano, que cede ante las
presiones del sistema y de manera ( que muchos considerarían) voluntaria, se
entrega a los brazos de los últimos ministerios, los que parecerían mas
inofensivos: Internet y las redes sociales.
En este ultimo caso ,los ciudadanos acceden voluntariamente
a entregar su privacidad, o lo que quede de ellas, y hacer las veces de
controlados y controladores, vigilantes y vigilados del sistema. Doble
estándar, un controlador mas, y gratis, si llama ahora. Vacían su intimidad en
una plataforma virtual, a merced de la vigilancia. Cae el sujeto, nuevamente,
en la trampa del rey de la selva, del mas apto.
Facebook, Twitter,y Blackberry han demostrado mas
tácitamente en los últimos tiempos estar al servicio de la vigilancia del
estado, siendo subordinados a la finalidad del mismo. Ejemplo de ello es el
papel de twitter en la llamada primavera árabe, y la posterior intención de
David Cameron de censurar facebook para evitar así la organización de las
manifestaciones sociales producidas en Londres. Así también vale la pena
mencionar la colaboración de Blackberry a Scotland Yard durante los mencionados
disturbios a fines del 2011. Aún asi, este ministerio quizás sea un arma de
doble filo que los controladores del sistema no tenían previsto.
Orwell se
sorprendería al ver que los sistemas totalitarios que tanto denostó no son los
responsables de la sociedad que imaginó. El control, cuanto mas invisible, mas
efectivo, y la única forma de escaparse es una fuga social masiva. Uno solo no
alcanza. Pareciera que estamos condenados al control, nunca leímos la letra
chica del contrato social de Rosseau. Uno solo, definitivamente, no alcanza.
Pero es un comienzo.
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