4 mar 2013

NO LO QUISO SABER

Su cuello se quebró sutilamente y se apoyó en la ventana esperando un verdugo que la guillotinara. Ella. Se sintió atacado por un ejército de ángeles y la brisa de la madrugada le latigó los ojos violentamente. Las luces a lo lejos se hacían una sola. Como ella. Se hacían una sola, amarilla, resplandeciente, como un sol nocturno o un espejismo en el desierto de pavimento.

 La pensó y era ella la vida que pasaba a su lado como destellos de semáforos descompuestos, era ella la brisa que silbaba en sus oídos, era el viaje sin retorno, el boleto de ida, un laberinto de caricias en su cuerpo sin salida, el beso sin pausa, el te quiero descompuesto que no tiene marcha atrás, la mirada eterna de no te vayas nunca, el silencio que grita, el abrazo que reclama, la piel que se confunde con las sábanas una mañana de Febrero, una rosa en septiembre, una lagrima en abril, legítimo e inconfundible como el cielo turquesa que daba color a sus ojos. Todo eso era ella, y aún no lo quería creer.

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