Fuiste poesía inconclusa para mis tintas. Fuiste poema
caprichoso que se me escapó del pecho. Fuiste un idilio con gusto a cerezas
maduras de una primavera tardía. Fuiste noche recorrida y escrutada de tu
mano, patinando sobre la incomodidad de la primera vez. Fuiste té de manzanilla
después de cada cena, y el café fuerte y tosco de las primeras charlas. Fuiste
lluvia salvaje achicando la distancia en las madrugadas de Junio. Fuiste
promisoria luna llena. Fuiste trama y descenlace rebelde. Hoy me dejás la herencia
de tu recuerdo, del reverso de tus manos acariciando mis mejillas cuando mi
cuerpo aún tiembla por vos. De tu mirada de arcángel y tus manos de enfermera,
aferradas a las mías como si fueran una, para rescatarme y darle calma a mis
palabras. De tus labios encontrándose con los míos por primera vez. De tu voz y
tu sonrisa, de tu risa quinceañera que me llena el corazón. Del oyuelo que dibuja
Dios en tu mejilla derecha cuando la alegría te invadía por instantes. Me dejás
el testamento de tus palabras lapidarias y la costumbre del té a la medianoche,
cuando ya no hay nada mas que la amenaza del insomnio, y siento que ahí, una
vez mas y de alguna manera, estás acá conmigo, mientras por dentro me quema un
recuerdo lascerante y con gusto a manzanilla.
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