26 ago 2013

EL SUR DEL DESEO


Sintióse una seda, una bolsa de nylon, suave y liviano como la pluma de una almohada que explota durante un sueño perturbadoramente seductor. 

Volvió a cerrar los ojos y quedó entonces circunscripto dentro de ese marco obscuro e infinito de su imaginación profunda. Fué como abrir una ventana hacia un universo nuevo y dulce, a un Edén de nuevas sensaciones, al océano pletórico de lo fatidicamente inalcanzable pero hermoso, como una mariposa invernal que se le escabullía de entre los dedos. Contradictoriamente deslumbrante. 
 Ahora ya su piel no era lejanía, ni su voz susurro distante o eco fantasmal, traducción ansiosa del deseo. El suspiro ya no era anonimato, y la utopía devino en uns imposibilidad paranoica que desestabilizaba su estructura mental como la brisa agita las hojas del otoño.  Y aunque el tiempo le pareció cruelmente ilusorio, sádico, era ella la espera por ese momento, era la manivela inerte del reloj paralizado e impaciente, la ruta fría y distante, el colectivo que no llegaba, la llamada perdida, la cita ausente, lo incorrecto, lo inconcluso, el contratiempo, el desencuentro mortal.
Bajo sus párpados caídos y sobre una sonrisa barbitúrica, el nuevo cosmos se le proyectó, detrás de sus órbitas giraba el mundo todo y se detenía en cada parpadeo. El nuevo mundo era ella y nada mas. El beso despertó del sueño y se le hizo sentido, lo recorrió como una alergia nerviosa.

 Desfallecía al sentirla dentro suyo, como una nueva rosa extraña y letal creciendo en sus entrañas, ocupándole el cuerpo, creciendo y abriendole el pecho, invitandolo al universo inconstante del mañana. 

De repente, su presencia se hizo obligación superyoica, y su ausencia una neurosis, un divorcio de la realidad. Abrió los ojos y se dejó abrazar y mecer por el viento, se permitió volar, frágil pero heróico, blando y bizarro, como una bolsita de nylon en el medio de la tormenta.

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