ODIANDO TU AMOR, AMANDO TU ODIO

Sus ojos se posaron en mi, imávidos, paralizados en el tiempo, como gritando algo en silencio, una frase absorvida por su garganta maldita. Su mirada ponsoñosa, cargada de odio, me inundó por completo, y no pude evittar encontrarme con ella en el camino. Flashes de la vida se proyectaron en ese momento, cinematográficamente, encontrando un lugar entre mi cuerpo y el suyo, en un hueco de espacio, de tiempo, anacrónico. Las gotas de una lluvia lejana histeriqueaban en las yemas de mis dedos, sus gritos taladrabran mis oídos, se inyectaban en mi sien, sus miradas de desprecio rebotaban en mis párpados y descansaban luego en su piel, para siempre, desapareciendo en su transparencia. Sus ojos seguían sobre mi, como un ángel protector que no me protegía; mi mano se estiró hasta tocar la piel de las suyas, blanca como el algodón y fría como el invierno. Seguía mirándome, escrutándome, hurgando en mi ser  con aquellas preguntas que no se animaba ni podía hacerme, y yo le respondí todo aquello que no quise nunca responderle. Le grité en silencio, la abracé con manos de arcilla, la basé con labios clausurados. Detuve el tiempo en esos ojos de cristal, la abracé como a un oso de peluche olvidado en el placard, y le pregunté si acaso era demasiado tarde para decirle que la amaba. No me respondió, permaneció lacónica ante mi letal curiosidad. Bajé la vista y posé mi cabeza sobre su regazo, como en los viejos tiempos. ''Te amo'' susurré por primera vez, y ella creo que balbuceó algo que nunca pude entender. Manché su vestido con lágrimas de despedida, volví a mirarla, busqué una respuesta que jamás encontraría en esa mirada terca e inmortal. Bajé sus párpados y cerré sus ojos  para siempre con la yema de mis dedos, la besé en la frente y me alejé viendolá dormir, como ella supo hacerlo cuando yo era un infante. Mientras la dejaba atrás, traté de excavar en mi, sabiendo que jamás podría desenterrar de mi garganta ese mudo ''Te amo, mamá''