La celofa floreció en los albores del estío, ofreciendo sus capullos al febo febril de marzo. Coqueteó con la amapola con bailes eróticos y autóctonos de su naturaleza ya perdida. El cielo espejado le enseñó las nubes de azucar, y la celofa voló hacia ellas embelesada. Hipnotizada se regugió en el éter embriagante y miró al hombre desde las alturas. El hombre nunca podria alcanzar a la celofa. Ha volado tan alto que ya la ha olvidado. A veces, solo a veces su diseño multicromatico y lisérgico se refleja en la luna, y el hombre invadido por la noche y abandonado por el dia, seducido por el ocaso, la recuerda con nostalgia. La noche y el dia, las amantes fugazes del hombre. La celofa, el fruto de ese amor. El fruto del amor entre el hombre y la naturaleza de sus sueños, sueños secuestrados por la vida. Ahora la celofa es libre, y navega en constelaciones olvidadas.El hombre mira el Sol y se encandila, mira la Luna y se embelesa,mira el suelo y la recuerda de a ratos con delirio.
La celofa, como la alondra, ofrece su canto al cielo de diamantes y zafiros.
El hombre la buscó en los jardines de sus frustraciones. Quiso sentir su almidonada piel, besar sus mejillas de algodón, acariciar sus pétalos blancos y abrazar sus alas de libertad.
Se arrodilló y 3 crisantemos se sobresaltaron.Quiso recordar el rostro de la celofa, pero sabía que ella estaba dentro suyo. El rostro suyo era el rostro de ella. Su corazón aun buscaba ese sueño postergado, la celofa era el desencuentro entre su deseo y una realidad demasiado cruel. La luna iluminó el jardín de manera teatral. Decidió el hombre entonces que que la celofa lo recordaría, y que, algún dia, con las alas flojas en el otoño de la vida, iría a tocar su puerta. Y se encontraría con un beso de bienvenida.
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