Se dibujó su rostro en la intimidad del ensueño, y le
inyectó el insomnio en dosis mortales de realidad. Que el amor era delirio, eso
ya lo sabía. Que el delirio lo tendría el, lo estaba descubriendo ahora. La
mente se le inundó de situaciones, el corazón se le alborotó de planes , la
boca le estalló de besos aun no dados y se tradujo en una sonrisa torcida de
dientes rotos. La sonrisa del alma cuando ama. La mueca del corazón cuando no
es amado. Estaba jugando al ajedrez con sus respuestas, y el reloj estaba por
sonar cuando ella le hizo jaque mate. Ahora, de tanto soñarla, había olvidado
como dormir. Impavidos sus ojos se clavaron en este mundo. Su morada era
incierta, sus sentimientos eran confusos. La estaba buscando y no la
encontraba. Ni un si,ni un no. Solo una picara sonrisa y un hasta luego que lo
dejaba por horas maniobrando, sólo, contra su imaginación desbordada. La musa, a
menudo, no siente, solo hace sentir. La musa ésta que me obliga a escribir, a
inmortalizarla en prosa. Me condena a susurros. Quisiera que sienta.
Que querrán decir estas palabras, eso no lo sé. Que
interpretaría ella, eso lo imagino. La bestia fémina es impredecible.
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